viernes, 23 de febrero de 2018

EL BAR

Álex de la Iglesia, prácticamente desde que empezó, es un director de lo más irregular. Tiene cosas novedosas, originales, rompedoras e incluso rupturistas dentro de su cine, pero a día de hoy, De la Iglesia no tiene ni una sola película redonda. Mejores o peores, lo cierto es que la mayoría son películas muy malas, aquella de los payasos, “Balada triste de trompeta” me parece una de las cosas más espantosas que he visto en mucho tiempo, “Las brujas de Zugarramurdi” se va a tomar por el culo justo cuando se supone que empezaba lo bueno, y en definitiva, las últimas cintas del realizador, que visualmente pueden resultar impactantes, al final se resienten porque el hombre es incapaz de marcar un ritmo a historias que en realidad no son tan interesantes. Sin embargo, al público este cine le funciona. Al margen de los intereses creados que pueda haber dentro del horrible mundillo del cine Español, si De la Iglesia sigue ahí, erre que erre, es porque al público, que al final es el mejor juez (aunque por esa regla de tres Bisbal y Bustamante serían  la hostia) le gusta su cine. Y gusta al público del cine fantástico (que en este país, ese público es como es) y, más raro aún, gusta a ese público dominguero compuesto de matrimonios de entre sesenta y setenta tacos que suele ir al cine los domingos. Esto es así desde “La Comunidad”. Me consta que a las señoras mayores les gusta el cine de De la Iglesia, como también les gusta el de Almodóvar —solo que la diferencia entre uno y otro, a parte de las obvias, es que Almodóvar si tiene tres o cuatro películas verdaderamente brillantes—.
Entonces, Álex de la Iglesia es muy consciente de que tiene a dos públicos que contentar, al del cine fantástico y a este de las señoras. ¿Cómo conseguir ese ritmo de producción? Auto referenciándose a sí mismo. Hace ya mucho tiempo que sus películas son mezclas de varias películas suyas que funcionaron. Todas le deben algo a “Muertos de risa” (Para mí, su mejor película), a “La Comunidad” y al corto “Mirindas Asesinas”. Aunque de ese De la Iglesia, del genuino, del de “Acción Mutante” y “El Día de la Bestia”, ni rastro… (Aunque hay que ver lo endiosadas que están también esas malas películas).
Ahora vuelve con “El Bar” y nos ofrece un poco más de lo mismo que nos viene ofreciendo en los últimos años, solo que un poco mejor. Solo un poco.
En “El Bar”,  Un grupo de personas que se encuentra en un bar, ve cómo cunde el pánico cuando dos de ellas, al salir al exterior, son disparadas en la cabeza, por lo que se quedan dentro sin posibilidad de salir. Pronto descubren que algo pasa en las cercanías, y que es de tal magnitud que la prensa lo oculta, por lo que la estancia en el bar se convertirá en una lucha por la supervivencia, en la que cada uno de los implicados sacará lo mejor (o lo peor) de él.
Nada nuevo en el horizonte, un grupo de personas encerrados en una situación extrema. Y todo ello ejecutado con esa conciencia de gustar a sus dos sectores de público mayoritario.
El problema de “El Bar” es que por cada secuencia interesante en la narración, hay otra de tedio absoluto, con lo cual no termina de quedar equilibrada, si bien es cierto que visualmente está muy bien, con un diseño de producción muy majo y vistoso. También sería una de sus películas mejor rodadas, y además,  montada con brío. Pasa del aprobado, sin embargo, hay algo que propicia que la película sea bastante peor de lo que es; los actores. La mayoría están bien, correctos, sin estridencias. Pero hay tres que están para matarlos.
Carmen Machi, no es que esté mal del todo, pero interpretando a un ama de casa ludópata, de esas que se dejan los cuartos en las tragaperras, el soniquete que tiene cada vez que habla, pone al más pintado de los nervios, máxime cuando esta se sorprende o quiere enfatizar algo de su texto.
Jaime Ordoñez, proveniente de la factoría de José Luis Moreno, con esa voz impostada porque su personaje es un personaje extremo. Un vagabundo de esos que se cagan en dios. Lo hace tan, tan, tan mal… que hablar de vergüenza ajena es quedarse corto.
Blanca Suarez, es una actriz malísima a rasgos generales. Eso si, está buena, y como aquí sale media peli en ropa interior sucia y rasgada… pues eso ya es suficiente para que se hable de ella bien como actriz. En fin, un desastre.
Por lo demás, la película, sin encontrarla espantosa, que no está mal del todo, me deja frío tras su visionado. Pero es mejor eso que la indignación que me provocaron sus películas anteriores.
Obviamente, cumplirá con las expectativas de sus fans.