jueves, 10 de mayo de 2018

CACERIA HUMANA

Por su condición de microcosmos de la vida real en donde se ven exacerbados los peores defectos del hombre, y la violencia y el machismo se encuentran siempre a flor de piel, las partidas de caza en el cine han representado casi desde sus comienzos la metáfora perfecta a la hora de reflejar tanto la violencia inherente al género humano como la realidad político-social del momento, alegoría última que se verá elevada hasta su máxima expresión en el caso de que las películas sobre cazadores procedan de países que hayan sufrido una guerra civil y/o que hayan sido gobernados por regímenes dictatoriales (por ejemplo, "Furtivos", "La escopeta nacional" o “La caza” de Saura) o, sobre todo, cuando el principal objetivo a batir en sus tramas sea el propio ser humano.
Hijo bastardo de “Deliverance” y “Perros de paja” (o, como diría Víctor, “Masturbating Dogs”) el film rodado en España “Los cazadores” ya proponía en 1974 una interesante pero fallida mezcla entre el rape & revenge, el cine de vigilantes y el survival, dentro de una historia en la que tres veteranos de Vietnam que en su juventud fueron acusados de la violación de una joven (Peter Fonda, Richard Lynch y John Phillip Law) tienen por costumbre en la actualidad secuestrar cada año a una parejita y conducirlos a su retiro en el bosque con el propósito de - entre otras cosas - poder practicar la caza del hombre. Como verbaliza uno de los protagonistas, después de las barbaridades que vieron e hicieron en Vietnam matar sólo a unas cuantas ardillas les sabe a muy poco. De esta manera, títulos como los anteriormente citados de Boorman y Peckinpah sirvieron tanto de perfecta metáfora del conflicto en el Sudeste Asiático como de parábola del preocupante aumento de los niveles de criminalidad en las grandes ciudades del país. Por su parte, exploits como “Los cazadores” o “Cacería humana” convirtieron el estrés postraumático de la guerra en piezas tan visibles y obvias de sus tramas que el comentario social se banalizó y vulgarizó, de inmediato y sin remedio, al verse situado en un primer plano al que no pertenecía.
Dirigida en 1980 por el especialista en westerns Burt Kennedy, “Cacería humana” comparte así más de un punto en común con “Los cazadores”: como cada año un grupo de amigos de mediana edad, con Charlie (Rod Steiger) a la cabeza, llega en hidroavión a las montañas canadienses para practicar la caza del pato. Sin embargo, nada más poner el pie en tierra comprueban que el guardés encargado de las cabañas ha sido sustituido sin previo aviso por David (David Huffman), un joven barbudo y de pelo largo que se verá obligado desde el comienzo a soportar las puyas de Charlie. “Tú eres un chico, ¿no? Porque con tanto pelo y esa barba podrías ser una mujer barbuda.”, le llega a decir en un momento dado el personaje interpretado por Steiger. Sin embargo, estas inofensivas bromas muy pronto se transformarán en ataques directos contra el muchacho cuando se sepa que éste se encuentra alejado de la civilización por haber desertado del ejército: Charlie, el cual perdió a un hijo en Vietnam, ve de este modo representados en David los peores defectos de la juventud americana, aquellas flaquezas que les llevaron no sólo a perder la guerra sino también a un montón de buenos y jóvenes patriotas. Aprovechándose de la ventaja del aislamiento que le brinda la naturaleza, Charlie decidirá entonces restaurar el orden y la ley y acabar con David y, de paso, con su también inocente novia.
Por desgracia, en contra de lo que cabría esperar y a pesar de su título español, el también guionista Kennedy toma como claro modelo “Perros de paja” antes que optar por ofrecernos una reinterpretación en clave setentera y post-hippie de “El malvado Zaroff”: y es que, además de estar situadas ambas en emplazamientos rurales, “Cacería humana” y el mítico film de Peckinpah comparten asimismo similar estructura, y no sólo por el hecho de mostrar de manera paulatina la escalada de violencia que sufre en sus carnes la joven pareja; asimismo, la mayoría de las agresiones (verbales al principio, físicas más tarde) se centrarán en la figura de la novia del protagonista: por ejemplo, en el diálogo más políticamente incorrecto de toda la cinta uno de los amigos de Steiger le comentará al resto, “Si yo tuviera un lavaplatos así, sería feliz” tras observar los atributos físicos de la joven desde la distancia.
En este sentido, el personaje femenino existe en la película única y exclusivamente en relación con la venganza que posteriormente llevará a cabo su novio, en una concepción bastante similar - y ahí se nota la mano de Kennedy - al limitado papel que por lo general ha desempeñado desde siempre la mujer en el western, ya sea como mero interés amoroso del héroe o como simple desencadenante de la acción. El propio Kennedy ya se había encargado de subvertir este concepto a comienzos de la década anterior al combinar la clásica peli de vaqueros con el rape & revenge en “Ana Caulder”, film rodado en España en el que Raquel Welch se venga de los tres hermanos que la violaron, quemaron su casa y asesinaron a su marido.
Por desgracia, y obvio es decirlo, en “Cacería humana” la escalada de tensión no está construida tan brillantemente como en “Perros de paja” y, en este aspecto, la película no depara absolutamente ninguna sorpresa, tanto por seguir con tiralíneas un modelo de (sub)género ya establecido de antemano, y por lo tanto conocido de sobra por el espectador, como por mostrar sus cartas demasiado pronto: de hecho, y en una decisión de montaje tan valiente como suicida, Kennedy no sólo se arriesga a comenzar la película por el final sino que asimismo irá incluyendo una serie de flashforwards a lo largo del resto del metraje por si a algún espectador no le ha quedado a esas alturas demasiado claro como va a terminar la película.
Como era de prever, un profesional tan poco sutil como Kennedy se desenvuelve mucho mejor en las escenas de acción que en el desarrollo psicológico de los personajes o a la hora de retratar el inevitable conflicto generacional; así, la película solo parece funcionar cuando se deja de discursos y se enfrenta a la acción pura y dura, aunque también es cierto que la estrechez de miras de su reiterativo libreto tampoco da lugar a demasiadas sutilezas: así las cosas, es en el último tramo de la película, aquel en el que se difuminan los límites entre cazador y presa, donde “Cacería humana” adquiere pleno sentido, donde se revela al fin como una película eficaz a pesar de lo incongruente de su guión, de su ambigüedad política, del poco carisma de Huffman y de la interpretación innecesariamente intensa y carente de matices de un antipático Rod Steiger, intérprete que, no por casualidad, se especializó en roles de villano en esta última etapa de su filmografía. Desempeñando un papel que en un principio iba destinado a Lee Marvin, el protagonista de "En el calor de la noche" se muestra aquí absolutamente incapaz de aportar un mínimo de humanidad a su personaje de padre afligido, de enloquecido ex sargento de los marines incapaz de comprender el comportamiento de la generación inmediatamente anterior a la suya; un personaje que, tanto por su conservadurismo como por el odio asesino que muestra hacia los hippies, comparte más de una característica tanto con el protagonista de "Joe, ciudadano americano" como con el Paul Kersey de la saga de El justiciero.
Si eres fan del survival supongo que puedes darle una oportunidad a "Cacería humana": dentro de su género no es de las más aburridas ni tampoco de las peores. Y aunque no consiga despojarse en momento alguno de su asumida condición de pastiche, su plano e impersonal remix de referencias llega a funcionar gracias a la innegable profesionalidad detrás de las cámaras de Kennedy, que no a su guión, claro. Y aunque no las supere en ningún otro aspecto, al menos el director de “El asesino dentro de mí” tiene la valentía de plantear un final (o un principio, aún no lo tengo demasiado claro) aún más sombrío y pesimista, si cabe, que el de los superiores modelos a los que trata de imitar.